La inteligencia artificial, ¿es verdaderamente inteligente?
LA COMPETICIÓN era apasionante. Jugada a jugada, los oponentes libraban una feroz batalla sobre el tablero de ajedrez. Pero no eran jugadores de ajedrez corrientes. De un lado estaba el campeón mundial de ajedrez de ordenadores: Cray Blitz. Del otro, el aspirante: Hitech. Se trataba de dos superordenadores programados especialmente, que empleaban programas diferentes. Y los dos tenían suficiente capacidad como para superar a todos, excepto a los mejores jugadores de ajedrez humanos del mundo. Ahora se encontraban en la partida que decidía el título de campeón mundial de ordenadores.
Como todo el mundo esperaba, Hitech llegó a la última partida con ventaja en el marcador. Solo necesitaba obtener tablas para ganar. Pero para sorpresa general, Hitech no reparó en una sutil jugada que Cray Blitz estaba desarrollando. De repente, Cray Blitz se recuperó y batió a Hitech, gracias a lo cual retuvo el título de campeón mundial.
Sucesos como este hacen que algunas personas se sientan incómodas. Resulta inquietante saber que los ordenadores ya juegan al ajedrez, resuelven adivinanzas o demuestran teoremas matemáticos mejor que la mayoría de los humanos; que hay robots que pueden oír, ver e incluso hablar, o que hay médicos que consultan a ordenadores para algunos diagnósticos y tratamientos. ¿Estará convirtiéndose en realidad la ciencia-ficción? ¿Se han vuelto los ordenadores tan inteligentes como para que pronto lleguen a ser los amos del mundo?
Esta preocupación es comprensible, porque, normalmente, asociamos actividades como la solución de problemas y el uso del lenguaje con la inteligencia. No esperamos que las máquinas hagan estas cosas, ni siquiera los ordenadores, ya que un ordenador corriente no es más que un procesador de datos de alta velocidad que responde a ciertas órdenes. Pero ordenadores como Hitech y Cray Blitz no son corrientes, ni mucho menos. Para definir lo que se trata de conseguir que hagan estos sistemas informáticos, se ha acuñado el término “inteligencia artificial”, o “IA”. Y todas las predicciones y alegaciones que se han hecho respecto a estas máquinas no han ayudado precisamente a calmar el desasosiego.
En 1957, Herbert Simon, quien posteriormente ganó el premio Nobel, predijo: “En menos de diez años, un ordenador digital será el campeón mundial de ajedrez”. En una fecha más reciente, el ingeniero de informática Harvey Silverman, de la universidad Brown, de Providence (Rhode Island, E.U.A.), dijo que “en unos pocos años esperamos desarrollar [un ordenador] con un vocabulario de cinco mil palabras capaz de entender casi toda conversación en inglés normal”. En realidad, ¿se está quedando anticuada la mente humana?
¿Qué es la inteligencia artificial?
Razonar, entender, descubrir el significado, encararse a circunstancias desconocidas y tomar decisiones; por lo general, asociamos estas cosas con la mente humana. La inteligencia consiste en la facultad de realizar estas y muchas otras funciones. Desde el siglo XVII, los científicos han estado soñando con una “máquina capaz de pensar” que pudiese resolver problemas matemáticos y lógicos. No obstante, no fue sino hasta la llegada del ordenador electrónico, a mediados de los años cincuenta de este siglo, que aquel sueño empezó a tomar cuerpo.
Casi todos estamos familiarizados con la capacidad que tienen los ordenadores de almacenar, recuperar y procesar una enorme cantidad de información a gran velocidad. Debido a esto, se emplean ordenadores para llevar contabilidades; manejar ficheros, catálogos, índices, y así por el estilo. En todas estas operaciones, se introducen los datos en la memoria del ordenador y se le suministra una serie de instrucciones, un programa, sobre lo que debe hacer con los datos. Por ejemplo: un ordenador utilizado para llevar una contabilidad podría estar programado para procesar toda la información y al final de mes hacer las facturas y los estados de cuentas.
Por supuesto, se requiere cierto tipo de inteligencia para hacer esa clase de trabajo. Pero, fundamentalmente, lo único que hacen estos es seguir una secuencia de pasos predeterminada que operadores humanos han especificado, hasta que el trabajo se realiza. Si algo falta o sale mal durante el proceso, la máquina se detiene y espera hasta que el operador le dé más instrucciones. Se puede decir que estas máquinas son eficientes, pero no inteligentes. Sin embargo, los ordenadores con inteligencia artificial son un caso aparte.
Básicamente, la inteligencia artificial es un conjunto de instrucciones, o programas, que intenta capacitar a un ordenador para resolver problemas por sí mismo, al igual que hace el hombre. Uno de los sistemas consiste en que, en lugar de seguir paso a paso un procedimiento prefijado que lleve a la solución, el ordenador aborde el problema por el método de tanteos. Analiza cada tanteo y lo emplea como base para determinar el siguiente.
A simple vista, este puede parecer un principio sencillo, pero resulta muy complicado cuando se aplica a situaciones de la vida real. ¿Por qué? Porque en la vida real hay muy pocas cosas que sean tan sencillas como sí o no, blanco o negro. Todo tiene sus matices de significado y sutiles inferencias. Por ejemplo: si cierto tratamiento médico solo es recomendable para pacientes de más de seis años de edad, ¿puede aplicarse a un niño de cinco años y diez meses? Decisiones como estas están mucho más allá de las posibilidades de los ordenadores de hoy. Sin embargo, si el campo de aplicación es reducido, la “IA” puede emplearse con éxito.
Por ejemplo: con su inteligencia artificial y sin necesidad de ninguna dirección o intervención humana, Hitech podía derrotar por sí solo a algunos de los mejores jugadores de ajedrez. Pero, ¿cómo lo hace? El ordenador examina cuidadosamente la jugada del adversario; entonces busca entre los miles de posiciones almacenadas en su memoria el movimiento que mejor neutralice la posibilidad de que el adversario cobre ventaja. Para hacer esto, comprueba unas ciento setenta y cinco mil posiciones cada segundo, o lo que es lo mismo, más de treinta millones de posiciones en los tres minutos que suele necesitar para dar con el movimiento apropiado.
Cómo funciona la “IA”
Aunque Hitech juega magníficamente al ajedrez, es absolutamente inútil en otros juegos o tareas. Esto es debido a que solo está programado para jugar al ajedrez. Se ha almacenado en su memoria una enorme cantidad de información acerca de movimientos de ajedrez e instrucciones paso a paso que le permiten “pensar” de manera lógica. En otras palabras, en lo que se refiere al ajedrez, Hitech es un experto. Y es así precisamente como los ingenieros de la informática llaman a los aparatos como Hitech: sistemas expertos.
Un sistema experto es, básicamente, un ordenador en el que se ha introducido una extensa colección de datos sobre un campo en particular. Además, ha sido programado de tal manera que pueda guiar a un usuario a la información precisa que necesita con el menor tiempo y esfuerzo posible. Suele hacer esto por medio de un conjunto de reglas condicionales (if-then): si se da una determinada circunstancia, entonces debe procederse de cierta manera. El usuario “se comunica” con el sistema experto a través de un teclado y una pantalla, o de alguna otra manera. La información almacenada, junto con el proceso condicional, da a tales sistemas expertos una apariencia de inteligencia... inteligencia artificial.
Hoy, los sistemas expertos tienen varias aplicaciones en los campos de la medicina, el diseño por computadora, la prospección mineral, la contabilidad, la administración de inversiones, la tecnología espacial, etc. Los ingenieros de la informática están trabajando en sistemas expertos que puedan procesar no solo una situación condicional a la vez, sino muchas de estas operaciones simultáneamente, tal como hace la mente humana. Además, están desarrollándose sistemas que puedan “ver”, “oír” y “hablar”, aunque de manera limitada. Todo esto ha causado preocupación en algunos círculos. ¿Llegarán los ordenadores a ser tan inteligentes como el hombre, o tal vez incluso más?
¿Existe algún límite?
Lo que los científicos han podido hacer con los sistemas expertos es verdaderamente impresionante. Permanece, sin embargo, la pregunta crucial: ¿de verdad son inteligentes estos sistemas? ¿Qué diríamos, por ejemplo, de una persona que juega al ajedrez a la perfección, pero no puede hacer ni aprender prácticamente ninguna otra cosa? ¿La consideraríamos realmente inteligente? Es obvio que no. “Una persona inteligente aprende algo en un campo de la vida y lo aplica a problemas que surgen en otras esferas”, explica William J. Cromie, director ejecutivo del Consejo para el Desarrollo de la Literatura Científica. Por lo tanto, aquí es donde radica el quid de la cuestión: ¿pueden las computadoras llegar al nivel de inteligencia que se encuentra en los humanos? En otras palabras, ¿puede en realidad producirse inteligencia artificialmente?
Hasta ahora, ningún científico ni ingeniero de informática ha podido alcanzar esa meta. A pesar de la predicción hecha hace más de treinta años acerca de ordenadores que jugarían al ajedrez, el campeón mundial sigue siendo un ser humano. Y a pesar de la alegación de que los ordenadores podrán entender conversaciones en inglés u otros idiomas naturales, esto aún está en un nivel rudimentario. Sí, nadie ha aprendido cómo incorporar en un ordenador la capacidad de aplicación general de datos.
Como ejemplo, consideremos el lenguaje. Aun en el habla diaria son miles las palabras que se juntan para formar millones de combinaciones. Para que un ordenador entienda una frase, debe poder comprobar simultáneamente todas las posibles combinaciones de cada palabra de la frase y debe tener almacenadas en la memoria una enorme cantidad de reglas y definiciones. Esto está mucho más allá de lo que los ordenadores pueden hacer hoy día. No obstante, hasta un niño puede hacer todo eso, además de percibir los matices que hay detrás de lo que se le dice. Es capaz de discernir si puede confiar en quien le habla o si dicha persona está siendo tortuosa, si debe tomar algo literalmente o en broma. Los ordenadores no están a la altura de esa clase de desafíos.
Lo mismo puede decirse de los sistemas expertos con la capacidad de “ver”, como los robots que se utilizan en la fabricación de automóviles. Un sistema avanzado de visión tridimensional necesita quince segundos para reconocer un objeto. Al ojo y al cerebro del hombre les toma solo una diezmilésima de segundo hacer lo mismo. El ojo humano tiene la capacidad innata de ver lo que es importante y desechar los detalles irrelevantes. El ordenador simplemente queda saturado con la gran cantidad de detalles que “ve”.
Por lo tanto, a pesar de los avances y las promesas acerca de los progresos de la tecnología en “IA”, “la mayor parte de los científicos cree que los ordenadores nunca llegarán a abarcar las múltiples facetas de inteligencia, motivación, habilidades y creatividad que poseen los seres humanos”, dice Cromie. En el mismo sentido, el conocido escritor científico Isaac Asimov dice: “Dudo que el ordenador llegue algún día a igualar la intuición y capacidad creativa del sobresaliente intelecto humano”.
Un obstáculo fundamental para conseguir verdadera inteligencia por medios artificiales es el hecho de que ningún científico ni ingeniero de informática comprende a cabalidad cómo funciona la mente humana. Nadie conoce con seguridad qué relación existe entre el cerebro y la mente, ni cómo emplea esta la información almacenada en el cerebro para tomar una decisión o resolver un problema. “Puesto que no sé cómo hago [ciertas cosas con mi mente], me resulta imposible programar un ordenador que reproduzca lo que hago”, confiesa Asimov. Dicho de otra manera: si nadie sabe qué es en realidad la inteligencia, ¿cómo se la puede incorporar a una computadora?
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